CELTAS E ÍBEROS. El interior peninsular conocía estadios
culturales más primitivos que las costas mediterráneas, aunque hacia principios
del primer milenio va a conocer diversas migraciones nórdicas: los celtas. Estas
gentes procedían del centro de Europa y se asentaron en las tierras del
interior en sucesivas oleadas a partir del año 800 a . de C., mezclándose con
los aborígenes y constituyendo acaso una casta dominadora. Cataluña y Aragón
conocieron la llegada de los llamados urnenfelder, por sus enterramientos de
incineración en campos de urnas. Posteriormente se establecerían gentes que son
conocidos en las fuentes clásicas con el nombre de germani (Oretania),
pelendones y berones (Soria), turones (Teruel), arévacos, autrigones, belos
(valle del Duero). Su cultura era muy pobre en comparación con las restantes de
la Península.
Desconocían , o era prácticamente inexistente, la moneda, y su
arquitectura y artes industriales estaban muy poco desarrolladas, aunque fueron
auténticos maestros en la confección de armas y adornos de metal.
Las
tierras situadas entre los ríos Segura y Ródano serían el marco en donde se
desarrollaría, con particulares matices, la cultura ibérica. Los íberos, pese a
su mayor contacto con los pueblos colonizadores (fenicios, griegos,
cartagineses), crearon una, cultura con personalidad propia, alcanzando una
organización social compleja, una estructura económica de carácter agrícola,
ganadera y comercial, creando abundantes núcleos de población generalmente en
lugares estratégicos y de fácil defensa. Conocieron también la moneda y
tuvieron un alfabeto propio hasta hoy intraducible.
Tanto celtas como íberos fueron incapaces de crear unidades políticas
fuertes y unificadas. El tribalismo y la continua rivalidad entre las diversas
tribus fueron males endémicos en la Península Ibérica.
Hubo
una excepción en este tribalismo, al conseguir la ciudad de Tartesos unificar
bajo su mando un área geográfica aún indeterminada. Los testimonios de
Estesicoro y Estrabón indican que existió una ciudad llamada Tartesos «que
recibe su nombre del río Betis, llamado antes también Tartesos». El
emplazamiento de la ciudad ha sido un problema tremendamente debatido y al que
se han dado diversas soluciones: el Coto de Doñana (cerca de Sanlúcar de Barrameda),
Mesas de Asta (próximo a Jerez de la Frontera ), en Huelva, en la bahía de Algeciras.
Desconocemos también el área de dominio del reino tartésico, que acaso
englobase toda Andalucía hasta el cabo de la Nao o hasta Cartagena. En el siglo III a. de C.,
al hablar de Tartesos se limita su dominio a la zona del estrecho de Gibraltar.
Conocieron el arte de navegar viajando a las islas Británicas en busca del
estaño; tuvieron un alfabeto propio con muchas semejanzas con el íbero y
estuvieron en relación con griegos y fenicios mediante un activo comercio. No
puede precisarse tampoco la fecha de la decadencia y destrucción del reino
tartésico, aunque se piensa que estuvo relacionada con la decadencia griega
tras la batalla de Alalia (535
a . de C.) y el incremento del poderío púnico en el
Mediterráneo occidental a partir de esa fecha.
Fuente: Enciclopedia Lafer
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