Apuntes para una historia universal - Las rutas de la civilización

  

Apuntes para una historia universal
Las rutas de la civilización
Con el descubrimiento de una forma para descifrar la escritura antigua en el siglo XIX, así como un método para determinar la correspondencia entre el calendario egipcio y el reloj astronómico, los arqueólogos escribieron una historia de la civilización Mediterránea a principios del siglo XX. En ella se planteaba que la civilización, con origen en Asia Suroeste, se difundió, con el comercio marítimo, a través del Mediterráneo a Creta, a Grecia y a España. De allí, según ellos, se extendió a la Bretaña, Norte de Europa y los Balcanes.
Sin embargo, los nuevos hallazgos han hecho pensar de manera diferente. Los asentamientos encontrados en Europa son tan antiguos como, y en algunos casos más antiguos, que los del suroeste asiático. Los avances más representativos de los sumerios y egipcios fueron la construcción de ciudades y la escritura, los europeos no construyeron comunidades urbanas significativas ni utilizaron la escritura.
La alfarería y la metalurgia en los Balcanes y en Europa Central, llamada la Vieja Europa por los arqueólogos, se desarrolló en comunidades de España, Creta y Grecia, más antiguas que aquellas de las que se suponía fueran la fuente de los estilos y tecnologías europeas. Estos hechos parecen indicar que, al menos en algunos períodos de tiempo, la influencia se ejerció en sentido contrario al planteado hasta el momento, aunque el efecto del contacto entre la Vieja Europa y el suroeste asiático no puede considerarse sobre la base de los hechos hasta ahora conocidos.
La era de los pequeños reinos
Entre el 1 250 y el 750 a.n.e. florecieron un conjunto de pequeños reinos en el levante. Los fenicios, por ejemplo, controlaban el comercio mediterráneo desde el 1 100 hasta tres siglos después. La más antigua de las ciudades fenicias, Biblos, se hizo famosa por su manufactura de libros. La palabra griega biblio proviene del nombre de esta ciudad. Ellos también perfeccionaron y diseminaron el sistema de escritura alfabético semítico occidental. Esto representó un gran avance con respecto a los jeroglíficos egipcios y a la escritura cuneiforme, al utilizar símbolos simples fácilmente reconocibles (letras) para representar los sonidos. El alfabeto fenicio, con sus 22 letras, fue la base de tres de los alfabetos principales del mundo occidental: el hebreo, el griego y el latín. Cerca del año 750 a.n.e., las ciudades fenicias cayeron bajo la dominación del imperio asirio y declinaron.
Los hebreos por su parte, una minoría relacionada con los cananitas, se desarrollaron entre el 1 200 y el 400 a.n.e., con una característica única entre los pueblos antiguos: su religión monoteísta. Los hebreos crearon sus escrituras sagradas, que narraban en forma de crónicas la relación entre el pueblo y su dios Yavé. Estos libros contribuyeron significativamente a mantener su identidad hasta el presente. Las escrituras hebreas -conocidas por los cristianos como el Antiguo Testamento- es una colección de libros escritos entre el 1 000 y el 150 a.ne. A esta era de los pequeños reinos, le sucedieron los imperios asirio y persa, este último cayó definitivamente tras la conquista de Asia suroeste por Alejandro el Grande en el 339 a.n.e.
Los orígenes de Roma
Los habitantes de Roma pertenecían a un grupo de tribus indoeuropeas, más tarde llamadas latinas, que emigraron del centro de Europa a la península italiana hacia el 2 000 a.n.e., aproximadamente al mismo tiempo que la civilización minoica adquirió una influencia importante en el este del Mediterráneo. Hacia el 1 000 a.n.e., las tribus se dedicaron al desarrollo de la agricultura. De repente, hacia los 800 a.n.e., se estableció una nueva mentalidad de carácter comercial.
Tras la muerte de Alejandro y la desintegración del imperio griego en reinos, se erigió en el mundo mediterráneo una cuidad de la costa este de Italia: Roma. Aproximadamente hacia el año 510 a.n.e. la aristocracia local estableció una república independiente de la dinastía etrusca. Se creó una nueva constitución que se elaboró cuidadosamente para prevenir la ascensión de un nuevo rey o tirano. La prosperidad de Roma (500- 265 a.n.e.) se basó en una economía agrícola.
Entre el 264 y el 146, tras una serie de guerras de conquista, Roma se convirtió en la capital de un gran imperio mediterráneo.
La riqueza creció en una escala nunca vista en el mundo mediterráneo. Las clases gobernantes se beneficiaron ampliamente con el nacimiento del nuevo imperio; la diferencia de riquezas entre ricos y pobres se hizo monumental.
Los cambios económicos derivados del imperialismo generaron, a su vez, cambios sociales y políticos.
A finales del siglo II a.n.e. muchos de los granjeros arruinados, que habían constituido la columna vertebral de la población romana, se mudaron a la ciudad para crear un nuevo componente en la sociedad romana: la plebe urbana.
Aunque antes de las guerras de expansión del imperio en el este, los romanos educados habían conocido y recibido la influencia de la cultura griega, no es hasta este momento en que bajo el influjo de las ideas de miles de esclavos griegos o con una cultura helénica, procedentes de las derrotadas ciudades griegas, que se transforma literalmente la civilización romana.
Muchos artistas, filósofos y artesanos, venidos como esclavos, ejercieron su influencia dentro y mediante las grandes familias de la aristocracia romana. Los artistas romanos imitaron los modelos griegos.
El colapso de la República de Roma, entre el 146 y el 59 a.n.e., se produjo como consecuencia de los problemas políticos y sociales que generó la transformación de Roma de una economía agrícola en una urbe. Tras numerosos conflictos internos y externos, Octavio restableció el senado en el 30 a.n.e.
Fuente: Apuntes para una historia universal

Lic. Rubén Cañedo Andalia,1 Lic. Caridad Karell Marí2

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