LA CIVILIZACIÓN DE LOS PUEBLOS GERMÁNICOS

LA CIVILIZACIÓN DE LOS PUEBLOS GERMÁNICOS.  Los pueblos germánicos eran de origen indoeuropeo y de carácter inicialmente nómada, hasta que su errante peregrinaje chocó con las fronteras (Rin, Danubio) de una unidad política fuerte, el Imperio Romano, con lo que se produjo una creciente, pero no total, sedentarización.

    Primordialmente ganaderos, practicaban una pobre agricultura de cereales. Formaban pequeñas tribus gobernadas por un jefe elegido democráticamente en las Asambleas Generales o encumbrado por su habilidad bélica en los avatares de las constantes luchas con otras tribus.

    Su principal fuente de ley era la costumbre (derecho consuetudinario), correspondiendo primero a la Asamblea y después al Rey el poder ejecutivo. La unidad social básica de estas comunidades que, como ganaderas, eran patriarcales, era la familia monógama.

    Su religión era de carácter politeísta y sin ministros del culto; se basaba, fundamentalmente, en la adoración de las fuerzas de la naturaleza.

    El establecimiento de los germanos en las tierras del Imperio iba a conllevar una serie de problemas, ante el nuevo estado de cosas, con sus respectivas soluciones, que modificarían el elemental sistema de vida expuesto líneas más arriba.

    Inicialmente, y ante el hecho consumado de su presencia, el Imperio Romano trato de legalizar ésta mediante el establecimiento de contratos de federación («foederati») que, teóricamente, los hacían depender de la suprema autoridad del Emperador. El consiguiente reparto de tierras a estas gentes (la «tertia» o tercera parte) iba a ser el germen de pequeños reinos bárbaros que, bajo la tutela de un Rey, fueron acrecentando sus prerrogativas, hasta el extremo de que el termino «foederati» carecía de todo significado de dependencia con respecto a una autoridad superior que, en la práctica, era demasiado débil para obligar al cumplimiento de los contratos suscritos. En efecto, la monarquía germánica había de convertirse en personal y patrimonial en donde el Rey reunía todos los atributos del poder absoluto.

    Un grave problema inicial fue el de la convivencia de esta minoría militar germana con las poblaciones del Imperio. Grandes obstáculos (religión, lengua, derecho) dificultaban la perfecta fusión. Las soluciones fueron dos:

    a) Fusionarse con la población del Imperio (tendencia romanista).

    b) Permanecer al margen como minoría militar dominante (tendencia nacionalista).

    El tiempo y las dificultades harían de la solución romanista la única viable y la más comúnmente aceptada.

Fuente: Enciclopedia Temática Lafer 

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