CARLOMAGNO
En
el siglo VII no hay en Europa más que dos verdaderos estados: el Imperio
Bizantino, que aún manda en Italia, y la monarquía franca.
El
Papa posó sus ojos en la Galia
para encontrar en el reino franco el amparo que Bizancio le negaba, llegando,
como hemos visto, en este afán de congraciarse con el más poderoso reino de
Occidente, a legitimar la usurpación perpetrada por Pipino el Breve.
El
nuevo Imperio de Carlomagno, creado tras una serie de campañas victoriosas
(lombardos, sajones, musulmanes, etc.), es puramente interior, dominando en él
el elemento bárbaro, pero todos aquellos pueblos a los que el Rey somete a su
autoridad, unidos por una misma creencia religiosa, se sienten miembros
solidarios de una vasta comunidad: el pueblo cristiano. El cristianismo será el
nexo de unión de la «Nueva Europa», pues a partir de aquellos momentos puede
decirse que nació Europa, una Europa muy frágil, pero que va a sobrevivir al
Imperio que le dio vida. De una Europa marítima, construida en torno al
Mediterráneo por el Imperio Romano, pasamos a una Europa Continental, al margen
del antiguo eje.
Fuente: Enciclopedia Temática Lafer