La civilización islámica FUNDAMENTOS POLÍTICO-RELIGIOSOS.

La civilización islámica
FUNDAMENTOS POLÍTICO-RELIGIOSOS.  La desértica Península Arábiga, habitada por beduinos nómadas, divididos en numerosas tribus en continua fricción, fue el campo donde creció la nueva fe predicada por Mahoma.

    Mahoma, nacido en La Meca (hacia el año 570), fue un hombre hábil, sincero e inteligente, que en sus numerosos viajes a través del desierto, desempeñando el oficio de camellero, observó y llegó a conocer perfectamente los credos, usos, costumbres y necesidades de los rudos y belicosos pueblos asentados a lo largo de las rutas caravaneras. En estos viajes había de conocer dos religiones - la hebrea y la cristiana - que influyeron decisivamente en la gestación del nuevo dogma.

    Comenzó sus predicaciones en La Meca. El carácter monoteísta de su religión, que lesionaba la multitud de dioses de la ciudad y los intereses de los comerciantes, que veían decrecer la afluencia de peregrinos, le acarreó serias dificultades que le obligaron a huir de la ciudad. Era el año 622, y esta fecha de la emigración o Héjira, marca el inicio de la cronología de los pueblos musulmanes. Se estableció en Medina («Ciudad del Profeta»), y en apenas cinco años, tras haber actuado como pacificador y unificador entre las tribus nómadas, era dueño de la mayor parte del país. A su muerte, en 632, toda Arabia estaba islamizada.

    Las características de la nueva religión, aparte de su evidente sencillez, son: su monoteísmo; su carácter de religión revelada; sus dogmas están recopilados en un libro sagrado redactado por los seguidores del profeta: el Corán; su parentesco con el judaísmo y el cristianismo, sus tendencias universalistas (guerra santa contra los infieles) y la gran importancia que da al ritualismo.

    Para el profeta, las leyes religiosas debían de servir a la vez para la sociedad civil. No hay, pues, distinción entre lo religioso y lo profano, y se da una concepción religiosa de la sociedad. Esta idea clave se refleja perfectamente en el Corán, que en sus 114 «suras» contiene preceptos de carácter político-sociales, religiosos y legislativos. Las cinco obligaciones principales son:

    1.     Rezar cinco veces al día postrado en dirección a La Meca.
    2.     Ayunar durante el mes de Ramadán del alba al ocaso.
    3.     Dar limosna a los pobres.
    4.     Peregrinar a La Meca una vez en la vida.
    5.     Aceptación del principio monoteísta: «No hay más Dios que Alá, y Mahoma es su profeta».

    La fulgurante expansión del Islam, que un siglo después de la muerte del profeta (732) había logrado la sumisión de enormes territorios, es un fenómeno que sobrecoge.

    Veamos sus causas y las razones de su éxito:

    -       Gran aumento demográfico y una serie de malas cosechas, que obligaron a buscar nuevos medios de subsistencia;

    -       Tradicional codicia de los pueblos nómadas hacia sus ricos vecinos sedentarios;

    -       Espíritu belicoso de las tribus árabes, que, encauzado hacia los pueblos no creyentes, sería uno de los preceptos del Islam (guerra santa) y un factor de unión para los pueblos del califato. Sin embargo, es de hacer notar que los conquistadores musulmanes no impusieron, de modo sistemático, el lema de «cree o muere» a las poblaciones dominadas. Mientras pagasen sus tributos y no opusieran resistencia podrían mantener sus propias creencias y ejercer libremente sus profesiones. El pujante florecimiento de las culturas mozárabe o judía en España son dos buenos ejemplos de esta tolerancia.

    Entre las razones del triunfo musulmán pueden señalarse:

    -       Confianza ciega dada por la religión al guerrero árabe;

    -       Factor sorpresa ante un ataque inesperado y debilidad de sus dos más poderosos vecinos (persas y bizantinos), desangrados por constantes luchas entre ellos;

    -       Descontento de los pueblos dominados por los bizantinos y persas, gravados con constantes tributos y con una rígida intolerancia religiosa. Había poblaciones semitas dominadas que tenían mayores similitudes con los árabes que con los persas y bizantinos. Las provincias de Egipto y Siria, por ejemplo, eran de la tendencia religiosa monofisita, y ante la intolerancia y represión bizantina, la religión fue un factor de separatismo y nacionalismo que abrió las puertas a la conquista árabe.

    Esta suma de factores había de permitir a los árabes dominar, pocos años después de la muerte de Mahoma, las ricas provincias bizantinas de Siria, Palestina y Egipto; la ocupación de Mesopotamia, tras destruir el Imperio Persa Sasánida. El Islam se extendió por el Norte de África como una mancha de aceite. En poco tiempo llegaron al estrecho de Gibraltar (711) e iniciaron la conquista del reino visigodo de España. La expansión por el Oeste termina cuando en el año 732 el mayordomo de palacio franco Carlos Martel los derrota en el Sur de Francia, en la batalla de Poitiers. El dominio de Sicilia, siglos más tarde, completaría el cuadro de sus conquistas en Occidente. En Oriente, la dinastía Omeya consiguió la sumisión total de Persia y extendió su dominio por el Turquestán hasta el límite con el Imperio Chino, alcanzando también el Indo. Los repetidos ataques contra Constantinopla fracasaron en su intento de tomar la ciudad. En el año 749, cuando se produce la sustitución de la dinastía Omeya por la Abbasida, puede decirse que las grandes conquistas del Islam han terminado. El Mediterráneo, según afirman los cronistas árabes, era un mar musulmán, y «los cristianos no lograban que flotase sobre él ni una tabla».

Fuente: Enciclopedia Tematica Lafer

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