La civilización urbana italiana

 La civilización urbana italiana

Los cuatro rasgos que caracterizan a la civilización urbana italiana son:

- El individualismo

La economía comercial de Italia proporcionó riqueza líquida al pueblo, permitió que éste se trasladara de un lugar a otro con mayor facilidad que si su riqueza se ubicara en estados que tuvieran tierras. Las personas de talento que encontraban circunstancias políticas o sociales inadecuadas en una ciudad podían trasladarse a otra.

Muchos pintores y escultores eran miembros de distintos gremios, pero su movilidad y el número de sus clientes hicieron imposible a los gremios regular su trabajo. Los letrados también encontraron patrocinio en las familias aristocráticas o en las nuevas familias ricas - como secretarios y maestros de los niños de la casa- por lo que pudieron ejercer sus profesiones sin nombramientos de la universidad.

El conservadurismo intelectual de las universidades tuvo poco efecto en el saber de los humanistas italianos, quienes pudieron proseguir con sus obstaculizados intereses individuales. El ansia de las principales familias por apoyar a los artistas y a los escritores aumentó su habilidad para desarrollar sus propios estilos e intereses mediante la obtención de subsidios de muchos clientes.

En general, la descentralización del patrocinio y el gusto de instituciones como la Iglesia y las universidades, crearon una atmósfera en la cual floreció el individualismo.

- El laicismo

El segundo rasgo de la nueva civilización urbana en Italia fue su predominante matiz laico. Tuvo que ver con las cosas de este mundo - los negocios, la calidad y el diseño de las casas y las ropas, los alimentos y las bebidas y el disfrute del tiempo libre. Los escritores del Renacimiento reconocieron la primacía de los objetivos espirituales del hombre.

- El humanismo

El tercer rasgo de la sociedad urbana italiana fue su entusiasmo por la antigüedad clásica. El conocimiento de los clásicos fue un rasgo del linaje verdadero en un noble; así, los que se consagraron por entero al estudio de la literatura clásica - los humanistas- se consideraron con un alto honor. Los intelectuales medievales también se habían entusiasmado por la antigua literatura latina, pero éstos consideraron al estudio de las obras clásicas como la base para la comprensión de las sagradas escrituras y los patriarcas de la Iglesia. Los humanistas del Renacimiento exaltaron a los clásicos. Los humanistas buscaron en las antiguas bibliotecas de los monasterios las copias de los textos literarios clásicos y encontraron los espléndidos libros de la era carolingia. Ellos tomaron estos libros como copias auténticas, antiguas y revivieron la escritura con la que fueron copiados.

Estos hombres lograron el éxito por sus propios esfuerzos y vendían su sabiduría en un buen mercado.

El entusiasmo por los clásicos aumentó después de 1395, cuando el avance de los turcos- otomanos en Asia Menor obligó a los letrados de Constantinopla a huir hacia el occidente. En Italia, estos hombres encontraron estudiantes interesados en la lengua y la literatura griegas. Hacia finales del siglo XV, unos pocos italianos estaban estudiando hebreo y árabe.

Los humanistas iniciaron una revolución en la teoría y la práctica educacionales. La principal tradición educacional de la Edad Media se formó en la instrucción de clérigos y monjes. Los patrones intelectuales de las profesiones clericales fueron altos, pero la extensión de los temas estudiados por sus estudiantes, fueron de naturaleza limitada y especialmente eclesiástica.

Sin embargo, existieron otras escuelas elementales en Italia, en las que se instruían los futuros hombres de negocio. En ellas se enseñaba a leer, a escribir y aritmética, no las siete artes liberales que habían constituido el plan de estudios básico de las escuelas eclesiásticas medievales desde el período carolingio.

A este programa de estudio, se añadía el aprendizaje de cortesía y la práctica de deportes, de manera que se recuperaba la antigua idea griega de mens sana in corpore sano ("mente sana en un cuerpo sano").


Fuente:  Apuntes para una historia universal 

Lic. Rubén Cañedo Andalia,1 Lic. Caridad Karell Marí2


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