Pandemias en la historia - La Lepra. "Sepultados en vida"

Datos que debes conocer sobre la lepra | Querétaro

Pandemias en la historia -La Lepra. "Sepultados en vida"
Las descripciones más antiguas de la lepra corresponden al texto indio del siglo VI a.C., el Sushuruta Samhita y a un documento chino del siglo V a.C. En los Tratados hipocráticos, siglo V a.C., no se encuentra descripción de esta enfermedad.
Las evidencias esqueléticas más antiguas corresponden a 4 cráneos del periodo ptolemáico egipcio, hallados por Dzierzykray-Rogalski, en 1980, en el oasis de Dakhleh, al occidente de Egipto.
El cirujano chino Hua T’o hizo una descripción inequívoca de esta enfermedad alrededor del año 150 d.C., mientras por la misma época el médico griego Areteo de Capadocia escribió de la elefantiasis refiriéndose a la facies leonina de la lepra lepromatosa.
Se sabe que en la cuarta centuria después de Cristo se construyeron hospitales para leprosos en Capadocia y algunos lugares de Europa, y, que el emperador Constantino padeció esta enfermedad. A España habría llegado con fenicios, romanos y árabes, asentándose en cuatro focos: Galicia, Levante-Centro, Andalucía y Canarias. El retorno de los cruzados a Europa hizo que esta enfermedad se propagara en todo el continente europeo.
En el período tardo medioeval europeo existieron 19.000 leprocomios. Aunque en muchos de ellos se asilaron personas con enfermedades diferentes a lo que hoy conocemos como lepra, los estudios realizados por Moller-Christensen en los cementerios de los leprosorios daneses, señalaron que el 70% de los casos sí fueron de lepra.
Lo cierto es que a los leprosos de aquella época se les "enterraba" en vida, apartados de la comunidad, condenados a avisar de su presencia con una campanilla. Su única compañía era la de otros enfermos; su única ayuda, la de los religiosos, que entonces no podían ofrecerles más que consuelo espiritual
El despoblamiento de las leproserías europeas a partir del siglo XIV parece que se debió la suma de una alta mortalidad entre ellas por la peste y por cada ez una mayor infección tuberculososa entre los habitantes de ese continente en la medida que aumentó el número de ciudades. Al mejorar las facilidades de vestido contra el frío entre los habitantes se impidió al bacilo de Hansen encontrar una vía diferente a la aerógena.
En 1856, en Noruega se detectaron 2858 casos, lo que representaba dos enfermos por cada mil habitantes. Así como la lepra llegó con los europeos y africanos a América a partir del siglo XVI y XVII, ella llegó a las islas de Oceanía en el siglo XIX, con los chinos, conducidos por los europeos, La lepra se documentó por primera vez en Hawai en 1823 y en Australia en 1908
En 1873 Gerhard Amauer Hansen, un médico noruego, identifica al agente etiológico, el Mycobacterium leprae.
La primera conferencia internacional sobre lepra se realiza en Berlín en 1897, presidida por Virchow. En ella se confirma la etiología descripta por Hansen y se recomienda el aislamiento del paciente.
Debe advertirse que en los países escandinavos donde A. Hansen describió al bacilo de la lepra desapareció al cabo de algunos años de aislamiento de los enfermos, pero esto se acompañó de una
profunda mejoría de las condiciones de vida. Prácticamente no hubo más casos de lepra antes de las sulfonas en todo el norte de Europa. El aislamiento era además una medida asociada al control de otras enfermedades infecciosas en el contexto de la época.
Para muchas infecciones más o menos agudas se practicaba por ejemplo la cuarentena.
Por otra parte, en todos los tiempos existió la preocupación de proteger del contagio al resto de la población.
Esta enfermedad tenía el potencial de causar discapacidades severas, era, en general, visible exteriormente y además arrastraba un prejuicio sostenido desde la Biblia pasando por Hamlet, de Shakespeare, Las Flores del Mal de Baudelaire y hasta novelas populares como La Impura de Guy des Cars, Trópico de Cáncer de Henry Miller, La Familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela y tantos otros. En ellos las menciones a la lepra como algo horrendo, como lo terrible, como castigo, como causa de rechazo, contribuyeron a ir delineando un prejuicio.
No existía ningún tratamiento efectivo hasta la aparición de las sulfonas.
En América la lepra penetra después de la conquista, con la inmigración procedente de países donde aún se mantenía en forma endémica.
En el Virreinato del Río de la Plata empieza a ser reconocida como problema de salud pública hacia fines del siglo XVIII. Se cree que los primeros cuatro pacientes de lepra conocidos en Argentina fueron estudiados en Santa Fe en 1792 por el protomédico Manuel Rodríguez. A mediados del siglo siguiente la enfermedad aparece como un problema mayor. En 1882 se crea la casa de aislamiento en Capital Federal, el actual hospital Muñiz. Años más tarde se crean otros similares en Rosario, Córdoba y otras ciudades del interior del país.
En 1942 el Dr. Faget en el sanatorio Carville, Lousiana, USA, descubre la acción
beneficiosa de las sulfonas. Este hallazgo revolucionaría el tratamiento de la lepra.
Pero la lepra siguió siendo una enfermedad bastante frecuenteen en el primer tercio
del siglo XX, aunque luego entró en progresivo declive. En 1995 se tenían registrados
406 casos; en 1998 se reconocían 186, y actualmente no se detectan al año más de
una docena de casos nuevos, de manera que no supone ya un problema alarmante y
se la considera en fase de pre-erradicación.

Fuente:   www.pdffactory.com

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