HISTORIA DE LA SEGUNDA GUERRA
MUNDIAL
El dominio alemán se había convertido para él
en una obsesión. No estaba de acuerdo con la democracia: no debe haber
decisiones de la mayoría, sino únicamente de personas responsables.
Un solo hombre poseerá la autoridad y el
derecho para mandar. No dudaba en que construiría su Reich. Estaba poseído de
ese ardiente sentimiento de misión peculiar. Unificaría a un pueblo elegido,
purificaría la raza, lo haría fuerte, haría que sus hijos fueran señores en la
tierra. Todas sus ideas tenían raíces en la experiencia y pensamiento alemanes.
El nazismo y el Tercer Reich no eran sino una continuación lógica de la
historia alemana. Primer Reich: sagrado imperio germánico medieval. Segundo
Reich: el de Bismarck, en 1871 después de la derrota de Francia a manos de
Prusia.
Ambos le habían dado gloria a Alemania. Para
Hitler la república de Weimar había arrastrado este nombre por el fango. El
Tercer Reich lo restauraría, prometía Hitler. Alemania había sido siempre un
país formado de diversas naciones. No hubo crecimiento natural como nación,
estaban divididos en diminutos estados. La idea de pueblo soberano, de
democracia nunca echó raíces en Alemania. Las ideas no son propias de Hitler,
sino la forma de aplicarlas. Alemania tuvo épocas gloriosas, como la de
Bismarck. La idea de la raza dominante o de los judíos como raza inferior no
era nueva en Alemania. Hitler admiraba a Nietzsche y odiaba el cristianismo: el
hombre debe ser instruido para la guerra y la mujer para la procreación del
guerrero. Al final, Hitler se consideraba a sí mismo el superhombre de la
profecía de Nietzsche.
Como Hitler, Wagner también odiaba a los
judíos, y el Führer admiraba a Wagner, le gustaba oír sus óperas con mitos
germanos.
Se podría considerar a H. Stewart Chamberlain
como el fundador espiritual del Tercer Reich.
Este inglés vio en la raza alemana la
dominante, la esperanza del futuro. Hitler lo consideró profeta, además tenía
un sentido místico de su misión personal sobre la tierra en esos días. En su
libro está salpicada la idea de genio escogido por la Providencia para
conducir a un gran pueblo.
Un genio con una misión estaba por encima de
la ley, no podía ser limitado por la moral
burguesa, con esta idea Hitler pudo justificar
los actos más crueles cometidos a sangre fría: la supresión de la libertad
personal, la práctica brutal de los trabajos concensuados, la perversión de los
campos de concentración, la matanza de sus mismos seguidores en junio de 1934,
el asesinato de los prisioneros de guerra y la carnicería masiva de los judíos.
En 1924 Hitler salió de la cárcel. Su partido
y prensa estaban prohibidos, la economía alemana se estaba recuperando y el
pueblo alemán estaba comenzando a vivir normalmente. El nazismo parecía morir.
Pero Hitler no se desanimaba fácilmente. Editó
"Mi Lucha". Pocos vieron en ese libro la
continuación de la historia alemana. Señalaba
a su patria el camino hacia un glorioso destino.
Los años 1925 y 1929 fueron difíciles para
Hitler y los nazis. Pero él perseveraba, confiaba en que los malos tiempos no
durarían. Alemania recibió créditos y la gente parecía más feliz. El antiguo y
opresivo espíritu prusiano parecía estar muerto y enterrado.
Casi no se oía de Hitler o de los nazis.
Alemania parecía haberse consolidado. El primer ministro de Baviera levantó el
castigo a Hitler y a su partido.
El 26 de febrero de 1925 se reeditó el diario
y el líder habló en el primer mitin del partido nazi resucitado. Cuatro mil
seguidores se reunieron nuevamente para oírlo. Y Hitler fue tan elocuente como
siempre.
Sus camaradas ya no estaban. Tenía un nuevo
objetivo: concentrar el poder del partido en sus manos, restablecerlo como
organización y buscar poder en las instituciones constitucionales.
La bestia no estaba domesticada, amenazaba al
Estado con violencia. Por dos años, el gobierno de Baviera le prohibió hablar
en público.
Hitler mudo era un fracasado. Pero también era
un buen organizador. Se puso a trabajar por el partido. Primero atrajo gente.
En 1925 eran 27 mil y en 1929 ya sumaban 178 mil. La organización política
quedó dividida en dos grupos: POI (su misión era atacar y minar el gobierno) y
POII (buscaba establecer un estado dentro de otro estado). Creó las juventudes
hitlerianas (10 a
15 años) y organizaciones para las mujeres.
Las S.A estaban organizadas como bandas
armadas. Debían proteger los mítines nazis y
desorganizar a los otros, junto con
aterrorizar a los que se oponían a Hitler. Una vez en el poder se convertirían
en el ejército. Pero las camisas pardas (S.A) no llegaron a ser más que una
confusa mezcla de chusma camorrista. Muchos de sus jefes eran homosexuales.
Hitler creo las SS (Schutzstaffel) con uniformes negros y les hizo jurar
lealtad a su persona. Primero fueron una guardia personal. El jefe definitivo
fue Heinrich Himmler. Comenzaron con doscientos hombres y terminaron dominando
a Alemania e infundiendo terror en toda la Europa ocupada. El jefe supremo del partido era
Hitler. Pero la organización no era más que un conglomerado de alcahuetes,
asesinos, homosexuales, alcoholizados y
chantajistas. A Hitler eso no le importaba mientras fueran útiles. En 1926
constituyó el tribunal del partido.
Usando a un joven inquieto, Strasser, mandó a
organizar el partido en el norte del país. Él nombró de secretario a un hombre
de 28 años: Paul Joseph Goebbels. Goebbels era un orador vehemente y fanático
nacionalista, tenía una pluma mordaz y una sólida educación universitaria.
Era doctor en Filosofía. Tenía un pie malo,
por lo tanto no había podido ir a la guerra. La cojera le produjo amargura. Los
socialdemócratas y comunistas propusieron la expropiación de las tierras y fortunas
reales para que fueran puestas a disposición de la República. Strasser
y Goebbels propusieron apoyar la idea. Hitler se enfureció, muchos de esos
antiguos gobernantes y grandes industriales apoyaban económicamente al partido.
Hitler envió a Feder al norte para acallar a
los rebeldes. Goebbels gritó propongo que Hitler sea expulsado del partido. El
14 de febrero de 1926 Hitler devolvió el golpe. Organizó una reunión en el sur
durante un día hábil. Goebbels y Strasser estaban en minoría y tuvieron que
abandonar su programa. Goebbels oyó el discurso de Hitler y sintió un golpe, le
estaban moviendo sus cimientos. El Führer lo conquistó y lo convirtió en su más
fiel seguidor hasta el final.
Esos años Hitler pasó mucho tiempo en un
refugio en los Alpes bávaros. Era su único hogar.
En 1928 invitó a su media hermana, Angela,
quien llegó con sus dos hijas. Hitler se enamoró de una de ellas, Geli Raubal,
una muchacha de 20 años. No se sabe si ella también lo quería.
En 1931 Geli anunció que volvía a Viena, pero
Hitler no la dejó. Al día siguiente ella se había suicidado. Él parecía
inconsolable.
Tres semanas después Hitler obtuvo la primera
entrevista con el jefe alemán, Hindenburg. Era su primera movida para llegar al
poder.
Fuente: HISTORIA DE LA SEGUNDA GUERRA
MUNDIAL
© 2000 - 2003 La Segunda Guerra
Mundial