HISTORIA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
La depresión del 29 le dio su oportunidad. El pueblo,
duramente oprimido, clamaba buscando una salida a su triste situación. Millones
de parados querían trabajo, los tenderos ayuda. Para los descontentos Hitler
era un torbellino electoral. Desarrolló una campaña en que ofreció para los
millones de desesperados una posible esperanza en medio de la miseria general.
Haría una vez más fuerte a Alemania, se negaría a pagar las indemnizaciones, repudiaría
el Tratado de Versalles, acabaría con la corrupción, obligaría a capitalistas
(especialmente judíos) a proveer con dinero al Estado y trataría de que todo
alemán tuviera trabajo y pan. Para los desesperados y hambrientos hombres que
buscaban no sólo socorros monetarios, sino nueva fe y nuevos dioses, la llamada
no fue hecha en vano.
Aunque sus esperanzas eran grandes, Hitler quedó sorprendido
cuando la noche del 14 de septiembre de 1930 llegaron los resultados de las
elecciones. Dos años antes, su partido había conseguido unos 810 mil votos y
elegido 12 candidatos como miembros del Reichstag. Esta vez, su meta era
cuadruplicar esos resultados, pero consiguió 6 millones de votos que le daban
107 escaños y hacían ascender al partido nazi del noveno lugar al segundo en
importancia. El PC también había subido de 54 a 77 escaños. Engreído, Hitler
volvió al propósito de atraer a dos grupos poderosos: el ejército y los grandes
industriales.
En 1930 quedó en evidencia que la propuesta nazi hacía
progresos en el ejército, especialmente en jóvenes oficiales. Los nazis
comenzaron a recolectar dinero, los negociantes y banqueros les daban, hacían
colectas.
En 1931 Hitler decidió concentrar esfuerzos en cultivar
amistad con influyentes magnates industriales. Atravesó Alemania manteniendo
entrevistas personales con prominentes personalidades del mundo de los
negocios. A principios de ese año Hitler había reunido en torno al partido a
una pequeña banda de hombres fanáticos y crueles que le ayudarían en su impulso
final hacia el poder y estarían a su lado en el Tercer Reich. Había cinco que
destacaban de su lote de seguidores: Roehm, Strasser, Goering, Goebbels y
Frick.
En ese período, también, el camino difícil en Alemania
continuaba. Había cinco millones de obreros parados, las clases medias
enfrentaban la ruina, los labradores sin poder pagar sus impuestos, el
Parlamento paralizado, el gobierno vacilante y el Presidente de 84 años se
hundía en la cenilidad. Entre los nazis crecía la confianza.
El problema político: el canciller Bruning no contaba con
mayoría y comenzó a gobernar por decreto.
HITLER, ANSIAS DE PODERÍO
El 10 de octubre de 1931 Hindenburg recibió a Hitler por
primera vez. El futuro Führer intentó impresionarlo, pero no lo logró. El
canciller Hindenburg pretendía extender el mandato del presidente, decisión que
debía tomar el Parlamento.
Bruning llamó a Hitler, quería que el partido nazi aceptara
la prolongación del mandato de Hindenburg. Le lanzó un anzuelo: ofrecía sugerir
el nombre de Hitler como sucesor en el puesto de canciller. Pero el líder nazi
quería el fin de la República y eso significaba darle más vida. Ofreció apoyar
a Hindenburg en las elecciones si se deshacían de Bruning, nombraban un
gobierno nacional y convocaban a nuevas elecciones para el Parlamento y la
dieta prusiana. Hitler pensaba en la posiblidad de presentarse a las
elecciones. Goebbels lo incitaba a hacerlo y el líder siguió su consejo. La
campaña fue áspera y confusa.
Hindenburg era protestante, prusiano, conservador y
monárquico, tuvo apoyo de socialistas, sindicatos y católicos. Hitler era
católico, austríaco, antiguo vagabundo, nacionalsocialista, jefe de la clase
media más baja, contaba con propios seguidores y con algunos de clase alta y
monárquicos. Para resolver el tema de la ciudadanía y se convirtió en alemán.
Emprendió su campaña con energía, recorrió el país, hizo
ardorosos mítines, habló a la ciudadanía y los fustigó hasta llevarlos a un
estado de frenesí.
Fuente: HISTORIA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
© 2000 - 2003 La Segunda Guerra Mundial
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