1.
Reconstrucción del Imperio económico griego, lo que, en parte, lograba Roma al
vencer en el año 197 a .
de C. a Filipo de Macedonia y al ocupar seguidamente la Península Ibérica ;
2.
La necesidad de encontrar nuevos lugares en los que colocar los capitales
romanos dada la revolución social y que se produjo en Roma por las mismas
fechas;
3.
La escasez de metales en Italia y abundancia de los mismos en España, ya que,
según Estrabón, «hasta ahora ni el oro, ni la plata, ni el cobre, ni el hierro
nativos se han hallado en ninguna parte de la tierra tan abundantes y
excelentes»;
4.
La existencia de abundantes hombres capaces de ser utilizados en las empresas
romanas. Podemos recordar que, anteriormente, mercenarios ibéricos al servicio
de Cartago habían combatido en todos los ámbitos mediterráneos: Cerdeña,
Sicilia, Norte de África e Italia. Los griegos también los habían utilizado
como auxiliares en las guerras del Peloponeso;
5.
La posibilidad de dominar las zonas productoras de cereales;
6.
La abundancia de bases navales y de elementos - madera, esparto, cordaje - para
la industria de la construcción naval;
7.
Fácil consecución de dinero para sufragar los gastos originados por lo
anterior.
La
conquista de la
Península Ibérica por Roma fue lentísima. Comenzó en el año 218 a . de C. con el
desembarco de los Escipiones en Ampurias, continuando con la conquista del
litoral mediterráneo y gran parte de Andalucía en poder de los cartagineses
hasta el año 206 a .
de C. En la conquista de España actuaron personalidades tales como Catón, que
tuvo que luchar, al igual que sus sucesores, no contra ejércitos organizados y
en línea, sino contra hábiles, astutos y escurridizos guerrilleros que durante
largos años mantuvieron en jaque a los ejércitos de la República. Merece
destacarse en este aspecto la personalidad de Indíbil, Mandonio o Viriato. En
otras ocasiones las legiones romanas iban a encontrarse con la tenaz
resistencia de algunas ciudades a las que hubo de reducir a cenizas tras largo
asedio: Numancia, en el año 133
a . de C. Julio César llegó a Hispania a mediados del 61 a . C. Suetonio dice que fue
llamado por los provinciales que sufrían continuas incursiones de los
lusitanos. Recorrió la costa atlántica. Se enfrentó a los lusitanos de Monte
Herminio (sierra de Estrella) y los obligó a asentarse en la llanura. En el
verano del 60 volvió a Roma pensando en obtener el Consulado. El dominio total
de Hispania se lograría en el año 19
a . de C., en la época de Octavio Augusto tras someter
los aislados núcleos de resistencia vascos, astures y galaicos. Dos siglos
habían sido necesarios para dominar la Península Ibérica ,
mas no hay que ver en lo dilatado del período ningún síntoma de impotencia
romana, sino una falta de interés, pues, una vez logrado el dominio de las
zonas más ricas poco atractivo podían tener las áridas y frías tierras del
interior.
A
partir de estas fechas, y durante un largo período de más de siete siglos, es
cuando va a producirse la adopción de lo romano - romanización - por los
hispanos. Las causas que contribuirían a este interesante y trascendental
fenómeno serían, según Ubieto, la permanencia de un ejército de ocupación y sus
relaciones con las gentes del país, las transacciones comerciales que tal hecho
produce, el alistamiento de voluntarios o mercenarios hispanos en el ejército
romano, la actuación de los soldados hispanos licenciados sobre los lugares de
su nuevo emplazamiento, los matrimonios mixtos, la convivencia, la adopción de
los dioses ibéricos por el olimpo romano, la similitud de algunas deidades de
ambas religiones, la admiración del esfuerzo y éxito de Roma, la concesión de
la ciudadanía romana a muchos peninsulares hispanos, la construcción de un
excelente sistema de caminos que favorecían las comunicaciones y hacían
desaparecer, al permitir el rápido desplazamiento de los ejércitos, el endémico
estado de inseguridad y bandolerismo anterior; la aparición de «colonias»
formadas por soldados licenciados del ejército y situadas en lugares
estratégicos.
La
cultura indígena fue absorbida rápidamente por la superioridad de la romana.
La
sociedad indígena, hasta entonces de carácter eminentemente rural y
agropecuario, empezó a transformarse, sin perder su antiguo carácter, en urbana
y comercial. Las nuevas ciudades, al amparo de la «pax romana» suelen
edificarse no ya en lugares elevados y de fácil defensa, sino en el llano y su
amplitud va a constrastar con los antiguos poblados indígenas: es el caso de
Emerita, Corduba, Hispalis, Tarraco, Caesar Augusta.
Pronto Hispania había de descollar y aportar al Imperio una serie de
pensadores y literatos de primera magnitud - Séneca, Columela, Marcial, Lucano
- con importantes figuras del Cristianismo primitivo - Osio y Prudencio - y con
emperadores nacidos en estas tierras - Trajano, Adriano y Nerva.
Las
obras públicas creadas fueron de primera magnitud. Merecen destacarse
acueductos (Segovia, Mérida, Tarragona), anfiteatros (Tarragona, Mérida,
Itálica), teatro (Mérida, Ronda, Sagunto).
Esta
labor de Roma transformó, unificó e influyó decisivamente en la evolución de la
cultura hispana. Cuando se produzca la decadencia del Imperio y los bárbaros
hagan acto de presencia en la
Península , ésta era, sin duda, una de las regiones en las que
el espíritu de la Urbe
Tiberina había calado más profundamente.
Fuente: Enciclopedia Temática Lafer