HISTORIA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

  

HISTORIA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Enajenado de alegría por el afortunado comienzo hizo que todos juraran lealtad al nuevo régimen. Dio otra arenga en la que dijo que no descansaría hasta ver a los criminales de noviembre derrocados, hasta que Alemania volviera a tener poder y grandeza, libertad y esplendor.
Un error desmoronó su plan. Se alejó por unos minutos de la cervecería y los tres jefes del gobierno huyeron. El ejército comenzó a aplacar el alzamiento. Se ordenó la disolución del partido Nacional Socialista de Trabajadores Alemanes y de las ligas combatientes. Hitler había planeado un golpe militar, quería una revolución con las fuerzas armadas, no contra ellas. Ludendorff, el legendario jefe militar, le propuso marchar hacia el centro de la ciudad y apoderarse de él. La policía y el ejército jamás se les opondrían.
A las 11 de la mañana del 9 de noviembre Hitler y Ludendorff enfilaron una columna con trescientos hombres hacia el centro de Munich. Iban con la svástica y un camión cargado con ametralladoras. Las fuerzas de asalto llevaban carabinas y Hitler su revólver. Hubo disparos con la policía, se cree que el führer hizo el primero. Dieciséis nazis y tres policías murieron. Hubo heridos y el resto cayó a tierra. Hitler fue arrestado y también Ludendorff. En pocos días, los jefes rebeldes fueron cercados y encarcelados. La intentona nazi había terminado en un fracaso. El partido fue disuelto. Aparentemente el nacional socialismo estaba muerto. La carrera de Hitler al poder fue brevemente interrumpida, sin embargo, usó el juicio como plataforma para desacreditar a las autoridades y hacer que su nombre fuera conocido más allá de Baviera.
HITLER EN CAMINO AL PODER
Hitler fue sometido a juicio. Cuando terminó, había transformado la derrota en triunfo. Impresionó al pueblo alemán con su elocuencia y el fervor de su nacionalismo. Su nombre apareció en los titulares. Proclamó "yo soy el único responsable, pero no soy un criminal". Su confianza en sí mismo estaba intacta. En prisión, esperando el juicio, prometió no volver a cometer los mismos errores. Ya sabía cómo construir el Estado nazi. Necesitaba al ejército alemán con él. Por lo tanto, buscó la reconciliación con él. Ludendorff fue absuelto. Hitler y otros acusados fueron encontrados culpables y fue sentenciado a 5 años de prisión en Landsberg. Nueve meses después, el 20 de diciembre, Hitler era excarcelado y en libertad podía continuar su lucha: derribar el estado democrático.
Hitler se había convertido en famoso y para los ojos de muchos, era un patriota y un héroe. La propaganda nazi convirtió este episodio en una leyenda del movimiento. En su prisión Hitler era tratado con honores. Tenía una habitación para él solo. Convocó a Hess y empezó a dictarle su libro: "Mi Lucha". El libro tenía poco de autobiográfico. Durante su primer año de canciller fue el autor más próspero de Alemania. Y por primera vez era millonario. En el régimen nazi el libro se leyó tanto como la Biblia. Era casi obligatorio leerlo y las familias se sentían protegidas si tenían el libro en sus hogares. Si este libro se hubiese leído antes, quizás el mundo se hubiera librado de una catástrofe. Ahí se exponía la clase de Alemania que pretendía hacer si llegaba al poder y la clase de mundo que quería crear mediante la conquista armada alemana.
La impronta del Tercer Reich y el bárbaro orden que Hitler impuso entre 1939 y 1945 se hallan expuestos con aterradora crudeza y con gran extensión y detalle en ese libro. El concepto de la vida que ahí se detalla fue abrazado fanáticamente por millones de alemanes y produjo la ruina de muchísimos seres humanos decentes y sin culpa. Como pretendía lograr un nuevo Reich:
· Ajustando las cuentas con Francia.
· Expandiéndose hacia el este, sobre todo a costa de Rusia.
El Tercer Reich sería gobernado con el principio del caudillaje, una dictadura. No le daba importancia a lo económico, el tema lo aburría. Creía que ninguna política económica era posible sin una espada, ninguna industrialización era posible sin poder. En su libro, Hitler deambula de un tema en otro. Escribió sobre todo: cultura, educación, teatro y cine. También escribió sobre lo que será la eugenesia del Tercer Reich: el matrimonio no puede ser un fin en sí mismo, sino que tiene que servir para su meta más alta: el aumento y la conservación de la especie y de la raza.
Veía toda vida como una eterna lucha y el mundo como una selva en la que sobrevivían los más capaces y gobernaban los más fuertes: un mundo donde una criatura se alimenta de otra y donde la muerte del más débil implica la vida del más fuerte. El fuerte debe dominar y no mezclarse con el débil, sacrificando así su propia grandeza...los que deseen vivir deben luchar y los que no quieran luchar no merecen vivir. ¿Quién era el fuerte, en valor y habilidad, el favorito de la naturaleza? El ario. Este era el meollo del ideario nazi: la concepción de una raza superior era la base del Tercer Reich y del nuevo orden de Hitler en Europa.
Los arios han logrado tantas cosas y conquistado supremacías pisoteando a los demás, pensaba. Hitler se revela en su libro con un sadismo difícil de entender. Para él, la mezcla de sangres, era un error cardenal. Ella mata a las viejas culturas y los hombres pierden resistencia.
Todos los que en este mundo no son de buena raza pertenecen a la broza, dice. ¿Y quién es la broza? Los judíos y los eslavos. Hitler llegó a prohibir el matrimonio entre alemanes y algún miembro de estas razas. Era ignorante de la historia y de la antropología. Para él los alemanes son la más alta especie en la humanidad que existe sobre la tierra y lo seguirán siendo si velan con cuidado por la pureza de su propia sangre.
Dice: "el Estado Popular debe colocar a la raza en el centro de toda vida, debe tomar las medidas necesarias para que solamente las personas saludables puedan engendrar hijos. Sólo hay una desgracia: traer hijos al mundo a pesar de las propias enfermedades y deficiencias. Es reprensible privar a la nación de hijos saludables".
Fuente: HISTORIA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

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LOS VISIGODOS.


LOS VISIGODOS.  En España, el pueblo visigodo, intensamente romanizado y uno de los más cultos de los pueblos germánicos, por su intenso contacto con la civilización romana, va a dominar paulatinamente. Asentados en el Sur de Francia y Norte de la Península Ibérica, su superioridad militar les permitió la unificación política de Hispania.

    Se calcula que el total de la población visigoda era muy reducido (1 por 100 del total peninsular) y formaba una aristocracia terrateniente y militarista. Las dificultades de ensamblaje entre las dos poblaciones - visigoda e hispano-romana - fueron grandes.

    Si bien puede decirse que la superior cultura del vencido conquistó al vencedor (adopción del latín como lengua común y respeto a la legislación y religión hispanorromana), la religión (arriana) y el derecho consuetudinario germánico de los visigodos hicieron muy tardío la fusión. La tendencia nacionalista visigoda llegó, por ejemplo, en su intento de dificultar la integración a redactar códigos de leyes diferentes: el de Eurico, para los visigodos, y el de Alarico, para los hispanos. La unificación legislativa de Chindasvinto (642 652) borró estas diferencias («Liber Judiciorum»).

    Derrotados los visigodos en Vouillé (507) por el franco Clodoveo, se ven obligados a abandonar la Galia y refugiarse en España, estableciendo más tarde su capital en Toledo.

    La economía, fundamentalmente agropecuaria, mantuvo en su estructura (latifundismo), sus técnicas (arado romano) y sus producciones (cereales, vid, olivo, ganado ovino) los moldes romanos sin ninguna variación.

    La conversión al catolicismo del Rey Recaredo (III Concilio de Toledo, año 589) - y con él la de la minoría visigoda - y la unificación legislativa del siglo VII, permitió una mayor comprensión entre las dos poblaciones. Pero la temprana llegada de los árabes (711, batalla de Guadalete) y la escasa o nula oposición de la población hispana en su avance, parece demostrar que la mayoría hispana vivía entonces al margen de los intereses de la minoría visigoda, en cuyas luchas intestinas de la nobleza para lograr el poder (monarquía electiva) hay que ver la causa de su destrucción.

Fuente: Enciclopedia Temática Lafer

LOS ESTADOS BÁRBAROS DE OCCIDENTE Y EL NACIMIENTO DE EUROPA

  

LOS ESTADOS BÁRBAROS DE OCCIDENTE Y EL NACIMIENTO DE EUROPA

    ANTECEDENTES.  En sus orígenes, dentro de las antiguas fronteras romanas, se constituyeron innumerables reinos diferentes y muchas veces en constante rivalidad. Regiones que, como Germania, habían estado al margen del mundo romano, iban a adquirir, paulatinamente, creciente influencia dentro de la civilización occidental. Este hecho es de singular importancia, pues si en el Mundo Antiguo todos los aspectos de la civilización occidental se centran en el Mediterráneo, durante la Edad Media asistimos, en su momento, a la quiebra de este eje, a la creciente importancia del mundo europeo noroccidental, en torno a los mares del Norte y Báltico, en oposición a un Mediterráneo semirrestaurado por la habilidad política y comercial de las repúblicas italianas.

    La creciente hegemonía turca en el Mediterráneo, la desintegración del imperio Bizantino, la Reforma protestante y el descubrimiento de América serán los factores que determinarán el traslado del eje económico y político de Europa, del Mediterráneo al Atlántico, otorgando a la Europa noroccidental una supremacía indiscutible hasta nuestros días.

    La gran mayoría de los pueblos bárbaros, alejados del Mediterráneo y sin costas propias, se vieron obligados a vivir replegados en si mismos con el consiguiente marchitamiento del comercio y de las ciudades. Se volvía, evidentemente, a una economía esencialmente rural. Hemos de recordar que si bien Roma había unido militar, jurídica y lingüísticamente las diversas regiones de su Imperio, nunca había logrado la unidad económica del Mediterráneo: frente a un Oriente que mantuvo la economía capitalista de los antiguos reinos helenísticos, con amplio desarrollo de la industria y del comercio, el Occidente se estancó en una economía esencialmente de tipo agrícola y ganadero. La crisis del siglo III nos muestra ya una clara diferencia socio-económica entre los dos extremos del Mediterráneo y una evidente ruralización de un Occidente en donde, al ser la tierra la principal fuente de riquezas, las ciudades perdieron su esplendor: de una economía comercial basada en la exportación de las riquezas agrícolas a cambio de productos manufacturados orientales, se pasó a un oscuro sistema de autarquía económica. La llegada de los pueblos bárbaros, con la ruptura de la unidad política romana, no hizo más que agravar el fenómeno. Se había de imponer el particularismo y el aislamiento y la civilización había de verse claramente perjudicada, en franca regresión y con un tinte claramente minoritario.

    Se habían hundido las nociones básicas en las que se asentaba el mundo romano. La conciencia romana de que había una cosa publica («res publica»), un interés colectivo de carácter prioritario del que todos los ciudadanos, sin excepción, debían de sentirse servidores, desapareció. Ya no había de establecerse distinción entre bienes públicos y bienes privados. No existía el tesoro público, ni funcionarios públicos, ni Estado, sino arcas particulares de las que los príncipes extraían, sin distinción, tanto para sus necesidades privadas como para las colectivas. Los territorios, por ejemplo, eran considerados como propiedades del Rey y, como tales, susceptibles de reparto, por herencia, entre sus descendientes. La no distinción entre los términos «res publica» y «res privata» era total.

Fuente: Enciclopedia Tematica Lafer

LAS INVASIONES BÁRBARAS Y SU SIGNIFICADO.


LAS INVASIONES BÁRBARAS Y SU SIGNIFICADO.  Las invasiones de los pueblos germánicos son, sin duda, uno de los motores de la civilización en la Europa Occidental, civilización nacida de la fusión de tres elementos básicos: Romanismo, Germanismo y Cristianismo.

    Pero, ¿cuáles fueron las causas que hicieron posibles estas invasiones? Podemos señalar las siguientes:

    -       Idiosincrasia de los pueblos germánicos: belicosidad entre las diversas tribus que les hacia permanecer en un constante estado de inseguridad, vida seminómada que les obligaba a la incesante búsqueda de nuevas tierras, entre las que les atraía de manera especial, sin lugar a dudas, una Roma rica y fastuosa;

    -       Debilidad del Imperio por la corrupción en los cargos administrativos, luchas internas y endémicas por el poder, crisis de la clase media debido a las presiones fiscales y al decaimiento de las ciudades, debilidad del comercio, descenso de la demografía, crisis de la vida urbana y ruralización creciente, amplitud de las fronteras y dificultades para su defensa;

    -       Incremento del potencial demográfico de los pueblos germánicos con la aparición de un creciente problema alimentario, que les empujó a la búsqueda de pastos y tierras más fértiles. Se ha señalado también un paulatino empeoramiento de las condiciones climatológicas del Norte de Europa, que harían excesivamente duras las condiciones de subsistencia de estos pueblos, obligándoles a emigrar;

    -       Sin duda, la causa inmediata fue la penetración en Europa de pueblos procedentes de las estepas de Asia Central (hunos, fundamentalmente), que desalojarían a los pueblos de Centroeuropa de sus tierras, obligándolos a penetrar tras el «limes» del Imperio en busca de protección y nuevos asentamientos para su definitivo refugio.

Fuente: Enciclopedia Temática Lafer

NACIMIENTO DE EUROPA

NACIMIENTO DE EUROPA.  Las estructuras creadas por el Imperio Carolingio habrían de estar vigentes durante más de un milenio (hasta 1945). Se hacen ya entonces realidad una serie de estructuras y problemas que habrán de tener una indudable continuidad histórica: una soberanía representada por el dualismo Iglesia-Nobleza. Una comunidad política multiforme y en permanente discordia que hará perfectamente comprensible el término «Teatro de Guerras» con que se define a Europa hasta nuestra época. Es una Europa en constante lucha y que descansa en la soberanía de las familias nobles, emparentadas y constantemente enfrentadas: Anjou-Plantagenet, Habsburgo-Borbones, güelfos-gibelinos. Se nos presenta la imagen de una Europa paternalista en la que las relaciones Iglesia-Estado será uno de los problemas de más largo debate: ¿cómo puede Europa ser conducida a la vez por dos distintos padres, Papa y Emperador?

    El Imperio y su Renacimiento cultural pueden considerarse como una apoteosis personal de Carlomagno, pues no le sobrevivieron.

    Si Carlomagno supo crear un Estado centralizado y perfectamente estructurado («palatium», «missi dominici») e hizo renacer la cultura de la mano de personalidades como Alcuino de York, Paulo Diácono o Teodulfo, su obra no se consolidó. Entre las fechas de la Navidad del año 800 (coronación Imperial en Roma) y la del 843 (Repartos de Verdún) media un abismo en cuanto a la concepción y estructuración política de Europa. Si la primera representa el triunfo de la idea Imperial (por la fusión del romanismo, germanismo y cristianismo), la segunda da pie a nuevas nacionalidades, nuevos idiomas y nuevas mentalidades. Los repartos de Verdún hacen surgir, bajo la tutela de los nietos de Carlomagno, dos naciones nuevas - Francia (Carlos el Calvo), y Alemania (Luis el Germánico) - y un Estado tapón entre ambas, la Lotaringia, adjudicada a Lotario, lo que llegó a ser fuente de una histórica rivalidad y sangrientos enfrentamientos (problema de Alsacia-Lorena) entre franceses y alemanes.

Fuente: Enciclopedia Temática Lafer

LA CONQUISTA

LA CONQUISTA.  Sobre este variopinto escenario peninsular hubo de actuar Roma. Si bien, en un primer momento, la actuación de Roma se limitó a hostigar a los cartagineses para lograr su derrota, pronto cambiaría de actitud y decidiría la conquista sistemática de la Península Ibérica: la creación de dos provincias (Citerior y Ulterior) en el año 197 a. de C. es una muestra del cambio de planes romanos con respecto a España. Según Ubieto, influyeron en esta decisión los siguientes motivos:

    1. Reconstrucción del Imperio económico griego, lo que, en parte, lograba Roma al vencer en el año 197 a. de C. a Filipo de Macedonia y al ocupar seguidamente la Península Ibérica;

    2. La necesidad de encontrar nuevos lugares en los que colocar los capitales romanos dada la revolución social y que se produjo en Roma por las mismas fechas;

    3. La escasez de metales en Italia y abundancia de los mismos en España, ya que, según Estrabón, «hasta ahora ni el oro, ni la plata, ni el cobre, ni el hierro nativos se han hallado en ninguna parte de la tierra tan abundantes y excelentes»;

    4. La existencia de abundantes hombres capaces de ser utilizados en las empresas romanas. Podemos recordar que, anteriormente, mercenarios ibéricos al servicio de Cartago habían combatido en todos los ámbitos mediterráneos: Cerdeña, Sicilia, Norte de África e Italia. Los griegos también los habían utilizado como auxiliares en las guerras del Peloponeso;

    5. La posibilidad de dominar las zonas productoras de cereales;

    6. La abundancia de bases navales y de elementos - madera, esparto, cordaje - para la industria de la construcción naval;

    7. Fácil consecución de dinero para sufragar los gastos originados por lo anterior.

    La Península había de convertirse en una de las bases de la acumulación capitalista romana. Las cantidades de oro y plata que afluyeron a Roma procedentes de los tributos recaudados en Hispania fueron fabulosas: se ha calculado que, en cincuenta años, llegaron a Roma medio millón de libras de plata y diez mil de oro. En las minas de plata de Cartagena, por ejemplo, y según Estrabón, trabajaban cuarenta mil obreros y reportaban al pueblo romano veinticinco mil dracmas diarios».

    La conquista de la Península Ibérica por Roma fue lentísima. Comenzó en el año 218 a. de C. con el desembarco de los Escipiones en Ampurias, continuando con la conquista del litoral mediterráneo y gran parte de Andalucía en poder de los cartagineses hasta el año 206 a. de C. En la conquista de España actuaron personalidades tales como Catón, que tuvo que luchar, al igual que sus sucesores, no contra ejércitos organizados y en línea, sino contra hábiles, astutos y escurridizos guerrilleros que durante largos años mantuvieron en jaque a los ejércitos de la República. Merece destacarse en este aspecto la personalidad de Indíbil, Mandonio o Viriato. En otras ocasiones las legiones romanas iban a encontrarse con la tenaz resistencia de algunas ciudades a las que hubo de reducir a cenizas tras largo asedio: Numancia, en el año 133 a. de C. Julio César llegó a Hispania a mediados del 61 a. C. Suetonio dice que fue llamado por los provinciales que sufrían continuas incursiones de los lusitanos. Recorrió la costa atlántica. Se enfrentó a los lusitanos de Monte Herminio (sierra de Estrella) y los obligó a asentarse en la llanura. En el verano del 60 volvió a Roma pensando en obtener el Consulado. El dominio total de Hispania se lograría en el año 19 a. de C., en la época de Octavio Augusto tras someter los aislados núcleos de resistencia vascos, astures y galaicos. Dos siglos habían sido necesarios para dominar la Península Ibérica, mas no hay que ver en lo dilatado del período ningún síntoma de impotencia romana, sino una falta de interés, pues, una vez logrado el dominio de las zonas más ricas poco atractivo podían tener las áridas y frías tierras del interior.

    A partir de estas fechas, y durante un largo período de más de siete siglos, es cuando va a producirse la adopción de lo romano - romanización - por los hispanos. Las causas que contribuirían a este interesante y trascendental fenómeno serían, según Ubieto, la permanencia de un ejército de ocupación y sus relaciones con las gentes del país, las transacciones comerciales que tal hecho produce, el alistamiento de voluntarios o mercenarios hispanos en el ejército romano, la actuación de los soldados hispanos licenciados sobre los lugares de su nuevo emplazamiento, los matrimonios mixtos, la convivencia, la adopción de los dioses ibéricos por el olimpo romano, la similitud de algunas deidades de ambas religiones, la admiración del esfuerzo y éxito de Roma, la concesión de la ciudadanía romana a muchos peninsulares hispanos, la construcción de un excelente sistema de caminos que favorecían las comunicaciones y hacían desaparecer, al permitir el rápido desplazamiento de los ejércitos, el endémico estado de inseguridad y bandolerismo anterior; la aparición de «colonias» formadas por soldados licenciados del ejército y situadas en lugares estratégicos.

    La cultura indígena fue absorbida rápidamente por la superioridad de la romana.

    La sociedad indígena, hasta entonces de carácter eminentemente rural y agropecuario, empezó a transformarse, sin perder su antiguo carácter, en urbana y comercial. Las nuevas ciudades, al amparo de la «pax romana» suelen edificarse no ya en lugares elevados y de fácil defensa, sino en el llano y su amplitud va a constrastar con los antiguos poblados indígenas: es el caso de Emerita, Corduba, Hispalis, Tarraco, Caesar Augusta.

    Pronto Hispania había de descollar y aportar al Imperio una serie de pensadores y literatos de primera magnitud - Séneca, Columela, Marcial, Lucano - con importantes figuras del Cristianismo primitivo - Osio y Prudencio - y con emperadores nacidos en estas tierras - Trajano, Adriano y Nerva.

    Las obras públicas creadas fueron de primera magnitud. Merecen destacarse acueductos (Segovia, Mérida, Tarragona), anfiteatros (Tarragona, Mérida, Itálica), teatro (Mérida, Ronda, Sagunto).

    Esta labor de Roma transformó, unificó e influyó decisivamente en la evolución de la cultura hispana. Cuando se produzca la decadencia del Imperio y los bárbaros hagan acto de presencia en la Península, ésta era, sin duda, una de las regiones en las que el espíritu de la Urbe Tiberina había calado más profundamente.

Fuente: Enciclopedia Temática Lafer

LA CIVILIZACIÓN DE LOS PUEBLOS GERMÁNICOS

LA CIVILIZACIÓN DE LOS PUEBLOS GERMÁNICOS.  Los pueblos germánicos eran de origen indoeuropeo y de carácter inicialmente nómada, hasta que su errante peregrinaje chocó con las fronteras (Rin, Danubio) de una unidad política fuerte, el Imperio Romano, con lo que se produjo una creciente, pero no total, sedentarización.

    Primordialmente ganaderos, practicaban una pobre agricultura de cereales. Formaban pequeñas tribus gobernadas por un jefe elegido democráticamente en las Asambleas Generales o encumbrado por su habilidad bélica en los avatares de las constantes luchas con otras tribus.

    Su principal fuente de ley era la costumbre (derecho consuetudinario), correspondiendo primero a la Asamblea y después al Rey el poder ejecutivo. La unidad social básica de estas comunidades que, como ganaderas, eran patriarcales, era la familia monógama.

    Su religión era de carácter politeísta y sin ministros del culto; se basaba, fundamentalmente, en la adoración de las fuerzas de la naturaleza.

    El establecimiento de los germanos en las tierras del Imperio iba a conllevar una serie de problemas, ante el nuevo estado de cosas, con sus respectivas soluciones, que modificarían el elemental sistema de vida expuesto líneas más arriba.

    Inicialmente, y ante el hecho consumado de su presencia, el Imperio Romano trato de legalizar ésta mediante el establecimiento de contratos de federación («foederati») que, teóricamente, los hacían depender de la suprema autoridad del Emperador. El consiguiente reparto de tierras a estas gentes (la «tertia» o tercera parte) iba a ser el germen de pequeños reinos bárbaros que, bajo la tutela de un Rey, fueron acrecentando sus prerrogativas, hasta el extremo de que el termino «foederati» carecía de todo significado de dependencia con respecto a una autoridad superior que, en la práctica, era demasiado débil para obligar al cumplimiento de los contratos suscritos. En efecto, la monarquía germánica había de convertirse en personal y patrimonial en donde el Rey reunía todos los atributos del poder absoluto.

    Un grave problema inicial fue el de la convivencia de esta minoría militar germana con las poblaciones del Imperio. Grandes obstáculos (religión, lengua, derecho) dificultaban la perfecta fusión. Las soluciones fueron dos:

    a) Fusionarse con la población del Imperio (tendencia romanista).

    b) Permanecer al margen como minoría militar dominante (tendencia nacionalista).

    El tiempo y las dificultades harían de la solución romanista la única viable y la más comúnmente aceptada.

Fuente: Enciclopedia Temática Lafer 

LOS FRANCOS


LOS FRANCOS.  De todos los reinos germánicos que en aquellos momentos se desarrollaban merece especial atención el de los francos, ya que su desarrollo iba a dar lugar al nacimiento, en la Edad Media, de la idea de Imperio en la persona de Carlomagno, y su descomposición originaria el nacimiento de Europa.

    El pueblo franco, establecido inicialmente en el Norte de la Galia, iba a formar en tiempos de Clodoveo (482-511) - tras la derrota de Siagrio, de los alamanes, ostrogodos y visigodos - un poderoso reino del Rin a los Pirineos (Galia, Renania, Alemania, Turingia, Baviera, Sajonia), en donde la tendencia romanista (fusión de francos y galo-romanos) iba a triunfar tempranamente. Las necesidades de administrar tan extensos territorios hacen surgir a una aristocracia militar, germen del feudalismo, encargada, a cambio de su enriquecimiento personal, de mantener en todo el reino la autoridad central. Este aumento del poder nobiliario iba a dar lugar a que, paulatinamente, y ante la incapacidad de los monarcas, la institución real no fuese más que un símbolo: el poder efectivo es desempeñado por el mayordomo de palacio. La familia carolingia va a hacerse con el monopolio del cargo: Pipino el Viejo, Pipino el Joven, Carlos Martel y Pipino el Breve son los auténticos jefes de la monarquía franca ante la ficción real merovingia.

    Pipino el Breve logra, a mediados del siglo VIII, legalizar la usurpación mediante el beneplácito de la Iglesia. El Papa Zacarías ya había reconocido que «era mejor llamar Rey al que tenía el poder real que al que no lo poseía». Pipino se hizo «elegir por el pueblo» (según la tradición franca) y ungir por la Iglesia de manos de San Bonifacio. De esta forma era elegido de Dios y a la vez del pueblo. Al igual que Saúl y David, Pipino era ungido por el Señor, se convertía en su mandatario. Era, pues, Rey por voluntad divina y no por nacimiento, renovándose de esta manera la tradición bíblica. Esta original consagración hacía olvidar el carácter revolucionario de aquel reinado. El nuevo Papa, Esteban II, había de afianzar la usurpación al confirmar en su puesto a Pipino y a sus herederos, Carlos y Carlomagno, prohibiendo a los francos, bajo pena de excomunión, que nombrasen a otro monarca que no fuese de su familia. El Papa había, pues, consolidado la dinastía carolingia, y el hecho le daba pie a pedir al monarca franco ciertas compensaciones. Para justificarlas, el Pontífice, a fin de impresionar a Pipino, le presentó un documento, muy posiblemente falsificado, según el cual el Emperador Constantino el Grande había hecho al Papa Silvestre amplias concesiones no sólo espirituales, sino también territoriales, demostrando la primacía del poder de la Iglesia sobre el terrenal. El documento es conocido como la «Falsa Donación de Constantino».

Fuente: Enciclopedia Temática Lafer

CARLOMAGNO - LA RECONSTRUCCIÓN DEL IMPERIO

CARLOMAGNO

    LA RECONSTRUCCIÓN DEL IMPERIO.  El hijo y sucesor de Pipino, Carlomagno, va a intentar la reconstrucción del Imperio Romano de Occidente. El estudio del Imperio Carolingio va a ser el de la organización y estructuración del Occidente europeo. Pero, ¿era posible la reconstrucción del viejo Imperio Romano?

    En el siglo VII no hay en Europa más que dos verdaderos estados: el Imperio Bizantino, que aún manda en Italia, y la monarquía franca.

    La Iglesia Romana era el único nudo que podía atar de nuevo a Oriente y Occidente. La intrusión en el ámbito mediterráneo de un nuevo pueblo, el Islam, iba a cortar el acercamiento de Bizancio a la monarquía merovingia y a Roma - difusión en Bizancio, por influencia musulmana, de la herejía iconoclasta - y acercamiento del Imperio al infiel ante su fulgurante expansión militar. Empezaba a desmembrarse el triángulo (Roma, francos, Bizancio) que podía haber dado lugar a la reconstrucción de Europa, pues Roma, orientada hasta entonces hacia Oriente (Constantinopla), volvióse hacia Occidente y se dedicó a evangelizar a las tribus bárbaras de Occidente.

    El Papa posó sus ojos en la Galia para encontrar en el reino franco el amparo que Bizancio le negaba, llegando, como hemos visto, en este afán de congraciarse con el más poderoso reino de Occidente, a legitimar la usurpación perpetrada por Pipino el Breve.

    El nuevo Imperio de Carlomagno, creado tras una serie de campañas victoriosas (lombardos, sajones, musulmanes, etc.), es puramente interior, dominando en él el elemento bárbaro, pero todos aquellos pueblos a los que el Rey somete a su autoridad, unidos por una misma creencia religiosa, se sienten miembros solidarios de una vasta comunidad: el pueblo cristiano. El cristianismo será el nexo de unión de la «Nueva Europa», pues a partir de aquellos momentos puede decirse que nació Europa, una Europa muy frágil, pero que va a sobrevivir al Imperio que le dio vida. De una Europa marítima, construida en torno al Mediterráneo por el Imperio Romano, pasamos a una Europa Continental, al margen del antiguo eje.

Fuente: Enciclopedia Temática Lafer

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