HISTORIA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL Los cambios territoriales en la Europa Oriental

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HISTORIA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Los cambios territoriales en la Europa Oriental resultaron relativamente modestos, aunque ratificaron e incrementaron las ventajas que la Unión Soviética había logrado por los acuerdos con Hitler de 1939. Basta decir que la URSS obtuvo el Norte de la Prusia Oriental (que le proporcionaba una salida al Báltico), la Carelia finlandesa, la zona de Petsamo (que le aportaba una frontera con Noruega) y una base temporal (Porkkala) en territorio finés. Además, los soviéticos se anexaron Rutenia, el extremo oriental de Checoslovaquia. En cuanto a Italia, perdió sus colonias, que se independizaron (Libia, Somalia) o fueron incorporadas a otros países: Eritrea, a Abisinia; las islas del Dodecaneso, a Grecia.
En el resto del mundo, los cambios fueron también, en apariencia, pequeños. En el Medio Oriente, por ejemplo, Líbano y Siria lograron su independencia, mientras que la llegada de oleadas de inmigrantes judíos askenazis, procedentes de Europa del Este, tuvo como consecuencia que el Estado de Estado sionista tuviera una condición mucho más beligerante que antes respecto a la población palestina. Lo decisivo, de todos los modos, fue el impulso inicial dado a la descolonización, movimiento un tanto contradictorio por el momento, pues a las promesas de japoneses y norteamericanos de independencia para las colonias se sumó, en esta circunstancia, la victoria de las potencias colonizadoras. De ahí que, por ejemplo, Filipinas consiguiera la independencia y que, por el contrario, los norteamericanos, después de haber apoyado la de Indochina, acabaran por apoyar el mantenimiento de la presencia francesa en aquellas tierras.
Japón volvió a sus fronteras de mediados del siglo XIX, cediendo Formosa, Corea, Manchuria y las islas del Pacífico. Pero, mucho más importantes que estas nuevas fronteras territoriales, fueron las consecuencias de la división ideológica del mundo en dos partes enfrentadas.
OPERACIONES MILITARES
Esta sección está dedicada a las operaciones bélicas que se realizaron en la II Guerra Mundial.
OFENSIVA EN EL OESTE
En un mes y medio, entre el 10 de mayo y el 22 de junio de 1940, las Fuerzas Acorazadas alemanas desbarataron por completo los planes estratégicos aliados e infringieron a Francia, Bélgica, Holanda y al Fuerza Expedicionaria Británica una derrota total.
La situación tras la campaña de Polonia
Solamente después de terminar la campaña contra Polonia, y una vez rechazada la oferta de paz proclamada por Hitler el 6 de octubre en el Reichstag a Gran Bretaña, comenzaron los preparativos para lanzar una nueva Blitzkrieg en el Oeste de acuerdo con su Directiva nº 6 emitida 9 de octubre de 1939.
Nada había sido planeado previamente puesto que Hitler esperaba que la situación se resolviese de manera similar a como se desarrolló con Checoslovaquia. Desde luego no esperaba que Francia y Gran Bretaña cumpliesen sus compromisos con Polonia y que tras la invasión se desencadenase la guerra con ambas potencias.
Inicialmente la ofensiva en el Oeste estaba planeada para que se desarrollase en noviembre de 1939, de cara a no dar más tiempo para preparar la defensa al enemigo. Hitler se sentía moderadamente seguro de no comprometerse en una guerra de dos frentes merced al pacto de no agresión con la Unión Soviética.
Mientras tanto, las tropas rusas habían ocupado la parte de Polonia acordada en la claúsula de reparto firmado en el pacto germano-soviético y los Estados bálticos. El 30 de noviembre atacaron Finlandia. Esta guerra ruso-finlandesa provocó cierta inquietud en los mandos alemanes que no se fiaban demasiado de la amistad con los rusos.
Desde el mes de octubre de 1939 hasta la gran ofensiva alemana de mayo de 1940, las tropas francesas y alemanas van a permanecer en sus posiciones que bordean la frontera, limitándose a realizar algunos golpes de mano y escaramuzas, y manteniéndose unas y otras en posición defensiva.
Estos nueve meses de "tregua" corresponden a esta guerra de chiste (drôle de guerre para los franceses, komische krieg para los alemanes, funny war para los británicos).
Sin embargo, las intenciones militares de los dos beligerantes están lejos de corresponder a esa definición.
1. Del lado francés: el alto mando, que cree en el valor de la Línea Maginot como en un dogma militar absoluto, espera firmemente un ataque alemán que, según él, será rápidamente anulado.
2. Del lado alemán: Hitler, con el estímulo de sus victorias en Polonia, proyecta una guerra del mismo tipo en Francia.
La fecha de la ofensiva general es cambiada repetidas veces por Hitler: el 7, el 9, el 13, el 16, el 20 de noviembre; después, el 4, el 6, el 12 de diciembre. Pero la lluvia sigue cayendo a mares, y Hitler aplaza su ofensiva sine die.
El plan Amarillo
El plan de ataque alemán en el Oeste, Fall Gelb (Plan Amarillo), en su concepción original era un calco del plan seguido en la I Guerra Mundial, el Plan Schlieffen, aunque con algunas variantes tácticas debidas a la existencia de la Línea Maginot.
Fuente: HISTORIA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

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HISTORIA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL Las muertes producidas por la guerra constituyen tan sólo una parte de sus consecuencias.

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HISTORIA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Las muertes producidas por la guerra constituyen tan sólo una parte de sus consecuencias.
Como resultado de la misma hubo, principalmente en Europa, 30 millones de desplazados, un tercio de los cuales fueron alemanes que sufrieron de forma directa las consecuencias de la doctrina que les había llevado a lanzarse a una nueva expansión hacia el Este. Quienes habían expulsado a la población autóctona (por ejemplo, en los Sudetes checos) se vieron, a su vez, obligados a emigrar ahora. También una cifra elevada de japoneses pasó por idéntica experiencia.
Ambos países descubrieron en la posguerra que podían lograr un lugar mucho más confortable en el mundo de la posguerra renunciando a la expansión territorial e intentando un desarrollo económico que resultaría espectacular en ambos casos.
Sin embargo, por el momento la situación en que se encontraron esos dos países no tenía nada de reconfortante porque la destrucción padecida fue muy superior a la que sufrieron los beligerantes durante la Primera Guerra Mundial. En Alemania, el nivel de producción industrial se retrotrajo a las cifras de 1860, mientras que en el Ruhr, la zona más castigada, quedó limitada al 12% de las cifras de la etapa prebélica. Japón sólo se vio afectado de manera decisiva por la guerra en su fase final pero la producción se redujo en un tercio. La Flota mercante quedó reducida a una dieciseisava parte del tonelaje de 1941. Un 40% de la superficie urbana quedó destruida, como consecuencia de los bombardeos norteamericanos, especialmente destructivos cuando las bombas se empleaban ante una frágil arquitectura como la existente en el archipiélago.
Pero las consecuencias de la guerra no fueron crueles solamente para los vencidos, sino también para los vencedores y ello en los más diversos terrenos. Francia, primero derrotada y luego vencedora, pudo considerar arruinadas aquellas instituciones que durante muchos años no sólo ella sino la totalidad del mundo había podido considerar como la ejemplificación señera de la libertad política. Al concluir la guerra, había muerto la Tercera República, cuyas instituciones necesitaban transfigurarse por completo para adaptarse a la realidad de un mundo nuevo. Gran Bretaña había sido quien, con su decisión durante el verano de 1940, consiguió detener el avance nazi en el momento mismo en que todo el mundo la consideraba derrotada. Nunca, sin embargo, recuperaría ni tan siquiera la sombra de su poder de otros tiempos. En los instantes finales de la guerra estaba en la ruina: su deuda equivalía al triple de la renta nacional anual y por vez primera en mucho tiempo carecía de partidas invisibles con las que compensar una balanza comercial deficitaria porque las había liquidado en los años precedentes. Poco tiempo pasaría hasta que se hiciera patente de forma abrumadora la necesidad de considerar inevitable la liquidación del Imperio.
Frente a la decadencia de estas dos potencias europeas, dos gigantes estaban destinados a dominar el mundo de la posguerra. Los Estados Unidos no representaban más que un 7% de la superficie del globo, pero producían tanto como el resto en conjunto. Incluso en aquellos sectores en los que con el paso del tiempo se demostraría su debilidad relativa (como el petrolífero) el porcentaje de su producción se acercaba a un tercio de la mundial. De este modo, el mundo posterior a 1945 tenía que ser el de la hegemonía norteamericana. También fue el mundo de la hegemonía soviética, aunque ésta en realidad fue mucho más aparente que real. En efecto, por grandes que fueran los temores a su expansión, lo cierto es que la URSS había padecido mucho más que el resto de los vencedores. Por otro lado, en esta guerra, la Unión Soviética perdió el monopolio de su condición de única potencia revolucionaria del mundo: aunque eso de momento pudo parecer no tan grave. Con el transcurso del tiempo, China (y, en menor grado, Yugoslavia) se convertirían en rivales, más que en colaboradores. La URSS, cuyo protagonismo en la guerra fue decisivo, salió de ella con una convicción en su capacidad de liderazgo e incluso con el convencimiento de que podría llegar a superar a su adversario capitalista. Sólo con el transcurso del tiempo acabaría descubriendo que podía competir en el terreno militar, pero que era incapaz de hacerlo en otros campos a la larga mucho más decisivos, como el económico y el tecnológico.
Por último, hay que tratar de los cambios territoriales que tuvieron lugar en el mundo como resultado de la guerra. Este conflicto, en efecto, supuso escasas modificaciones de las fronteras, en comparación con los de otros tiempos, aunque tuviera una repercusión mucho más duradera en la configuración global del mundo.
La última de las reuniones de los grandes líderes mundiales aliados tuvo lugar en Potsdam, durante la segunda quincena de julio de 1945, cuando estaba reciente la derrota de Alemania pero todavía se pensaba que la japonesa podía resultar remota. Estuvo presente Truman, sustituyendo a su predecesor Roosevelt, y, a la mitad de la conferencia, debió retirarse Churchill a quien, por decisión del elector británico, le era negado el poder de moldear el futuro, después de haber tenido tan decisivo protagonismo durante toda la contienda. Ya se ha mencionado la relevancia de esta reunión en lo que respecta a la intervención soviética contra Japón y al descubrimiento de la bomba atómica por los norteamericanos, que Stalin conocía ya. Pero Potsdam supuso también una solución a la cuestión decisiva para la posguerra, la de Alemania, que, sujeta a un tratado de paz posterior, quedó contenida en una fórmula definitiva. En efecto, se acordó hacer retroceder su frontera oriental hasta la línea marcada por los ríos Oder y Neisse y se toleró en la práctica que los soviéticos empezaran a aplicar, por su cuenta y riesgo, un plan de reparaciones sobre la parte que le había correspondido.
Lo primero supuso una emigración masiva hacia Occidente de millones de alemanes y ello, a suvez, trajo como consecuencia que se abandonara cualquier veleidad de convertir a Alemania en un país exclusivamente rural. El mantenimiento de la industria resultaba imprescindible para la subsistencia de la población, por mucho que la solución citada pudiese resultar tentadora. Por otro lado, los soviéticos se apoderaron de las fábricas de su zona de ocupación en el Este de Alemania y, en muchos casos, las trasladaron a su propio país. La ausencia de sintonía entre las potencias democráticas y los soviéticos hizo imposible un acuerdo definitivo en éste y otros muchos puntos, por lo que los acuerdos sólo pudieron ser parciales, provisionales o incompletos. Se previó la existencia de una conferencia de ministros de Asuntos Exteriores, que se reunió en Moscú en 1945 y en Nueva York en 1946. En la capital francesa se suscribieron los tratados de paz relativos al Este de Europa e Italia, mientras que hubo que esperar hasta 1951 para que en San Francisco se firmaran los relativos al Japón, momento en que ya no estuvieron presentes los nuevos países comunistas.
Fuente: HISTORIA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

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LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS.

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LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS. La crisis política provoca el enfrentamiento de dos principios antagónicos: feudalismo y monarquía autoritaria. Si el fenómeno había de producirse en la mayor parte de los países, en Francia e Inglaterra iba a adquirir rango de conflicto internacional en la llamada guerra de los Cien Años (1337-1453).

    A la muerte del Rey francés Carlos IV, dos candidatos se disputan el Trono: Felipe de Valois y el Rey de Inglaterra, Eduardo III. Felipe de Valois será nombrado Rey por los nobles franceses, con el título de Felipe VI.

    Las causas de la guerra se hicieron manifiestas: el descontento de la monarquía inglesa ante la ayuda que Francia prestaba a Escocia en su lucha contra Inglaterra y por el viejo problema feudal de que el Rey de Inglaterra fuese vasallo del Rey de Francia, al tener importantes posesiones en este país. Estas serían las motivaciones de tipo político, a las que hay que sumar las de carácter económico, la principal de las cuales era la disputa del mercado lanero de Flandes, que pertenecía a Francia pero que estaba vinculado a Inglaterra por fuertes lazos económicos como suministrador de lanas para la industria textil británica.

    La guerra habría de desarrollarse en dos grandes fases:

    La primera (1337-1375), tras la victoria naval inglesa en la batalla de la Esclusa, los infantes y arqueros británicos derrotan a la caballería medieval francesa en Crecy y Poitiers.

    Durante este período, ambas monarquías pasan agudas crisis: peste negra, revueltas de los campesinos (Jacquerie, Walt Tyler), descontento de la burguesía (Etienne Marcel), luchas entre las familias nobiliarias (Borgoñones Armagnac).

    La segunda fase (1415-1453) dio comienzo con la llegada al Trono inglés de una nueva dinastía: la Lancaster. El Rey inglés, Enrique V, pasó de nuevo al ataque, obteniendo la resonante victoria de Azincourt, que le permitió firmar la ventajosa Paz de Troyes, en la cual obtenía la regencia y herencia del Trono francés. Cuando la situación parecía más crítica para Francia, aparece la figura legendaria de Juana de Arco, que representaba el nacimiento del sentimiento nacional francés. Con su ayuda, Carlos VII logra recuperar los territorios perdidos: París, Normandía y Guyena. La Paz de Picquigny (1475) liquidaría definitivamente el conflicto.

    Las consecuencias de la guerra habrían de ser grandes para ambos reinos. En el país galo, de la mano de Juana de Arco, surge el nacionalismo francés. También la guerra había contribuido a arruinar a la nobleza feudal, con lo que va a darse un fortalecimiento de autoritarismo regio: Carlos VII establece impuestos permanentes y Luis XI prosigue la obra de reconstrucción interior.

    En Inglaterra, la derrota había desprestigiado a la casa de Lancaster, con lo que el conflicto que mantenía con la casa de York va a agravarse. Es la llamada guerra de las Dos Rosas, que permitiría la subida al Trono del primer monarca Tudor, Enrique VII, que refuerza su absolutismo tras la ruina de la nobleza en la contienda civil.

Fuente: Enciclopedia Temática Lafer

LA PENÍNSULA IBÉRICA.

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LA PENÍNSULA IBÉRICA.  Hemos visto la evolución hacia la monarquía autoritaria de Francia e Inglaterra. Por lo que a la Península Ibérica se refiere, los cinco reinos habían dirigido sus miras hacia políticas contrapuestas.

    La Corona de Aragón había finalizado tempranamente su expansión peninsular contra el Islam: Jaime I el Conquistador ocupaba las Baleares (1229-1235) y Valencia (1238), y sus sucesores en el siglo XIV ocuparon Alicante. Aragón tenía las manos libres para embarcarse en la aventura de su expansión mediterránea. Desde finales del siglo XIII, aprovechando su desarrollo industrial, los comerciantes valencianos, catalanes y mallorquines establecen consulados mercantiles en las ciudades más importantes del Mediterráneo, en donde practican un comercio con la seda, especias y azúcar de Oriente. Se construyó una potente flota para luchar contra la rivalidad de las ciudades de Venecia, Pisa, Génova y Marsella. Los monarcas se vieron obligados, dado el apoyo que recibían de esta burguesía comercial, a consolidar, mediante el dominio político, estos logros económicos. Pedro III (hijo de Jaime I), aprovechando disputas internas en Sicilia, ocupó la isla (1282); sus sucesores corroboraron la supremacía de la Corona de Aragón en el Mediterráneo al ocupar Cerdeña (1323-1324). Poco tiempo antes, los mercenarios almogavares crearon en el corazón del Imperio Bizantino un Estado feudal, los ducados de Atenas y Neopatria (1311). Durante el siglo XIV, estas conquistas se acrecientan y se consolidan, y la Corona de Aragón continuo siendo una importante potencia político-militar en todo el Mediterráneo. La economía del reino va a ser eminentemente de carácter comercial, mientras que la castellana, por la contra, será fundamentalmente agropecuaria.

    En Castilla, Fernando III el Santo (1217-1252) logró la unificación definitiva de Castilla y León, a la vez que realizó importantes conquistas en el valle del Guadalquivir (Córdoba, Jaén, Sevilla, Cádiz). Su heredero, el príncipe Alfonso (futuro Alfonso X el Sabio), ocupa Murcia (1246), donde coincide con las tropas aragonesas. La conquista del valle del Guadalquivir - como antes había ocurrido en otras zonas de la Meseta Sur y Extremadura - permitió conceder a las Órdenes Militares, a la Iglesia y a la nobleza grandes extensiones de tierra (latifundios), que configuraron la orientación agrícola y ganadera de la economía del reino.

    Navarra está vinculada en estos momentos a las dinastías francesas de Champagne y Evreux, y mantendrá su independencia hasta el año 1512, en que será definitivamente anexionada a la Corona de Castilla.

    Portugal consolida su independencia en Aljubarrota (1385), tras derrotar a las tropas castellanas el monarca Juan I, con el que se asienta una nueva dinastía, la de Avís. Tras el triunfo de la revolución burguesa a finales del siglo XIV, Portugal va a orientarse hacia empresas marineras, que, siguiendo la costa africana, le llevarán a la India (Vasco de Gama, 1497).

    En el Sur de la Península se mantiene durante más de doscientos años el reino nazarita de Granada, hasta su definitiva conquista, en el año 1492, por los Reyes Católicos.

    El matrimonio de Isabel I de Castilla con Fernando 11 de Aragón (1469) unificó ambos reinos, y tras el dominio de Granada, la anexión de Navarra y el descubrimiento de América, España queda configurada como primera potencia europea y mundial.

Fuente: Enciclopedia Temática Lafer

EL CISMA DE OCCIDENTE

EL CISMA DE OCCIDENTE.  Si durante el siglo XIII el Papado pretendió ejercer sobre la Cristiandad una dirección no sólo espiritual, sino también temporal, en el siglo XIV las críticas contra el Papado iban a aumentar, y el renacer del derecho romano daba a los reyes argumentos para fortalecer la institución monárquica.

    La inseguridad de una Italia dividida provoca que entre los años 1305 y 1378 el Papado se instale en Avignon, lo que suponía una cierta sumisión a la autoridad del Rey francés. En esta ciudad, el Papado realiza una labor de reorganización administrativa, multiplicando los impuestos sobre el clero, lo que había de permitirle acumular una inmensa fortuna, que no siempre se empleaba para el bien de la Iglesia, sino también en una serie de lujos y ostentaciones. Por otra parte, se acusó al Papado de haber apoyado a la monarquía francesa contra la inglesa en la guerra de los Cien Años.

    A la muerte de Gregorio XI - que ya había trasladado la sede a Roma - se elige como sucesor a un Papa italiano (1378), pero el clero francés no estuvo de acuerdo y eligió a su vez a un Papa francés, que se instaló en Avignon. El cisma de Occidente había comenzado (1378-1417). Ambos Papas se excomulgaron y la Cristiandad se dividió.

    En 1409 se reúne el Concilio de Pisa con el fin de solucionar el problema: se destituye a los dos Papas existentes y se nombra a uno nuevo. Tanto Roma como Avignon no aceptaron la solución, y el problema se agravó, pues en lugar de dos, había ahora tres Papas.

    Con el Concilio de Costanza (1417), el problema se soluciona al ser elegido Papa Martín V. Se daba a la Iglesia una organización más democrática y se sometía al Papa a la autoridad de los Concilios, lo que era contrario a la naturaleza de la Iglesia. Finalmente logró abolirse esta supremacía conciliar.

    Los resultados del cisma fueron realmente importantes, pues, junto a un evidente desprestigio de la autoridad papal, surgen multiplicidad de herejías, que criticaban los abusos eclesiásticos; se da un gran impulso a la creación de Iglesias nacionales, se plantea la necesidad de una profunda reforma en la Iglesia, con el retorno a los principios de la Iglesia primitiva, un acercamiento a los principios evangélicos, se rechaza la jerarquía y el ritualismo. Con todo, lo más importante habría de ser que cada nuevo Estado habría de crear su Iglesia nacional, que si en teoría obedecía los dictados de Roma, en la práctica estaba fuertemente controlada por los monarcas autoritarios, que lograrían privilegios de designación de los obispos en su país y que la Iglesia fuese uno de los sostenes de su actuación política. El Gobierno teocrático de Roma había terminado, y ya durante el siglo XV, el Papado se ve obligado a suscribir una serie de Concordatos que dilucidarán claramente las funciones de la Iglesia en las nuevas naciones.

Fuente: Enciclopedia Temática Lafer

HISTORIA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL Rommel, el héroe de África,

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HISTORIA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Rommel, el héroe de África, se suicidó y Hitler ya no confiaba en nadie. La URSS venció a los alemanes en 1944. Se liberó Leningrado. En mayo, Hitler ordenó la retirada de Rusia. Los soviéticos persiguieron a los alemanes y tomaron Albania. El 19 de agosto estalló en París un alzamiento armado. Hitler ordenó quemar la ciudad, pero el comandante de la guarnición desobedeció. El 25 de agosto, se rindió al general Leclerc. Tras cuatro años de ocupación, París era libre. Horas después, de Gaulle era aclamado, su comité de liberación nacional se había autoproclamado gobierno provisional de Francia. La República no ha dejado de existir, dijo.
Acusaron y juzgaron a los colaboracionistas de alemanes. Nueve mil ciudadanos fueron
ejecutados por sumario y setecientas tras un juicio. La traición fue castigada.
El 5 de junio, los aliados entraron a Roma. Las multitudes aclamaron a los soldados. Florencia permaneció bajo el dominio alemán hasta agosto. Durante cinco años de ocupación alemana, se asesinó al veinte por ciento de la población polaca. A finales de julio de 1944 las fuerzas soviéticas llegaron a las afueras de Varsovia. El 1 de agosto, el ejército rebelde polaco se rebeló contra los alemanes. A los pocos días habían recuperado la ciudad. El ejército rojo se detuvo y los alemanes atacaron Varsovia. Los polacos resistieron sesenta y tres días antes de rendirse. Doscientos mil habitantes murieron, la ciudad estaba en ruinas.
El 18 de octubre, Hitler ordenó el reclutamiento de todos los hombres sanos entre 16 y 60 años. En diciembre lanzó una ofensiva masiva. Invadió Luxemburgo y Bélgica, rodeando a divisiones americanas. El 23 de diciembre, miles de aviones aliados bombardearon a los soldados alemanes y sus vías de suministro. Patton liberó Bastogne.
El 3 de enero del 45, las fuerzas aliadas en tierra contraatacaron. Cinco días después, los
alemanes congelados y tristes se retiraron. Murieron ciento veinte mil. En otro frente, el 20 de octubre de 1944, cien mil soldados norteamericanos desembarcaron en la Isla Filipina para establecer una base desde donde recuperar todo ese país. La batalla de tres días fue el mayor encuentro naval de la historia. Japón perdió 36 barcos y la batalla terminó con la armada imperial. En esta ocasión aparecieron los ataques kamikaze, pilotos suicidas que intentaban hundir los barcos estrellándose contra ellos. El 3 de marzo cayó Manila. Los japoneses perdían las Filipinas y, en febrero, las islas Marshall. En abril, los aliados desembarcaban en Nueva Guinea. En junio, los norteamericanos invadieron Saipan, islas Marinas. Guam cayó en agosto.
Los alemanes ocuparon Hungría en marzo de 1944. Seis años antes, las autoridades húngaras se negaron a deportar judíos a los campos de concentración. Los nazis pusieron entonces un gobierno títere y los judíos de Hungría fueron despojados de sus propiedades, obligados a llevar la estrella amarilla y condenados a guetos antes de ser enviados a campos de concentración. Cuatrocientos treinta y cuatro mil judíos fueron llevados a Auschwitz, la mayoría terminó en la cámara de gas.
Cuando el ejército rojo invadió Hungría en 1945 y capturó a los soldados alemanes. De 750 mil judíos, habían sido asesinados 550 mil.
El 30 de abril de 1945, Hitler se suicida en su búnker en Berlín, invadido por las tropas rusas. El 7 de mayo en Reims, y al día siguiente en Berlín, generales alemanes firman la capitulación sin condiciones de todos los ejércitos del Reich Aleman.
La guerra aún continuaba en el Pacífico. El 6 de agosto, un bombardero estadounidense arroja sobre Hiroshima la primera bomba atómica de la Historia, que destruye por completo la ciudad y se lleva la vida de 250.000 seres humanos. El 9 de agosto, se arroja una segunda bomba atómica sobre Nagasaki. El 14 de agosto de 1945, el gobierno japonés se rinde incondicionalmente.
Costes y consecuencias de la guerra
Con la capitulación japonesa, el mundo inició una nueva etapa a la que llegaba con un espectacular cambio de panorama respecto a la situación de 1939. En 1945, el mundo tenía abiertas graves heridas, la posición de cada uno de los principales componentes de la comunidad internacional era distinta y ésta pretendía organizarse de acuerdo con reglas nuevas.
La cifra de muertos como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial no puede determinarse de forma absolutamente precisa pero es muy posible que llegase a alcanzar los 60 millones de personas, al menos cuatro veces más que el número de muertos producidos durante el conflicto de 1914-1918. Como es lógico, este balance debe ponerse en relación con la potencia destructiva de las armas y el carácter de guerra total que tuvo desde el mismo momento de su iniciación o en un momento inmediatamente posterior.
Si se examinan esas cifras contabilizándolas por naciones, el resultado puede parecer algo sorprendente porque alguno de los vencedores cuenta entre quienes más padecieron en el conflicto. La cifra de ciudadanos de la URSS muertos como consecuencia de la guerra se eleva a 20 millones de personas (y quizá incluso un 25% más) de los que tan sólo un tercio serían militares. Porcentualmente, esa cifra supondría al menos el 10% del total de los habitantes de la URSS, pero en el caso de Polonia los seis millones de muertos representan todavía una cifra muy superior, el 15%. En esos porcentajes se incluye la población judía de ambos países. El tercer lugar en el grado de sufrimiento producido por la guerra corresponde a Yugoslavia, cuyo número de muertos (de un millón y medio a dos) derivó de la existencia de una guerra civil en la que el componente étnico jugó un papel primordial.
Estos tres países pueden ser considerados entre aquellos que resultaron vencedores en la guerra. Los demás que se alinearon en ese mismo bando tuvieron un número mucho más reducido de muertos. Francia, ocupada en su totalidad por los alemanes, experimentó 600.000 muertos, mientras que Gran Bretaña sufrió 500.000 pérdidas. La gran diferencia respecto a los padecimientos de la Primera Guerra Mundial de estos dos países radica en el número de muertos civiles. Gran Bretaña, que no los tuvo en 1914-1918, ahora, en cambio, padeció unos 60.000 como consecuencia de los bombardeos. Del conjunto de los aliados, los Estados Unidos resultaron ser los mejores parados, con 300.000 muertos, todos ellos militares.
De los países vencidos en la contienda, el mayor número de muertos le correspondió a
Alemania, con algo menos de cinco millones. El peso del Ejército en este número de bajas se aprecia en el hecho de que existió durante mucho tiempo un mayor número de mujeres que hombres en Alemania (todavía en 1960 existían 126 mujeres por cada 100 hombres). Dos millones de japoneses murieron como consecuencia de la guerra, una cifra inferior también en términos porcentuales. La población civil japonesa tan sólo padeció la guerra en los meses finales de la misma.
Fuente: HISTORIA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
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